martes, enero 15, 2013

Segismundo.

Cuando existes, no das cuenta o reflexión de tu existir. Pero siempre hay momentos en los cuales todo se torna tan absurdo, que nos vemos obligados a detenernos para tomar aliento, alzar los ojos ante el horror y el éxtasis que se despliegan ante nosotros, del implacable torrente cuya fuerza nos arrastra una y otra vez, cada día.

Quizás el príncipe destituido, Segismundo, es un ejemplo de la reflexión que Calderón de la Barca hizo hace tiempo, y que todos, al menos una vez, si tenemos la suficiente agudeza y sensibilidad, hacemos:


Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

La vida es sueño. Fin del primer acto.

lunes, enero 14, 2013

Charles y Odette.


...recogía con ávida y dolorosa devoción las palabras de Odette, sintiendo -precisamente porque tras ellas la ocultaba al hablar- que sus frases, como un velo sagrado, guardaban vagamente el relieve y dibujaban el indeciso modelado de esta realidad infinitamente preciosa y, por desgracia, inasequible...
Marcel Proust.
En busca del tiempo perdido.
Por el camino de Swann.